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Sobre las experiencias
He explorado una analogía entre el sueño y los estados de conciencia inspirada, comparando la transición entre ambos como una puerta a distintas realidades. Así como entre el sueño y la vigilia hay un estado intermedio (semi-sueño), en la búsqueda espiritual también existe un estado de “trance”[1], en el que las percepciones se reordenan al entrar y salir de lo Profundo.
A diferencia del sueño, al que se accede sin intención, en la búsqueda espiritual se entra con un Propósito[2], que guía el trabajo interior. En mi caso, durante momentos difíciles, ese propósito fue encontrar un mensaje de consuelo… y lo encontré. Esta dirección es clave para orientar las experiencias hacia espacios sagrados o comprensiones profundas.
La llamada “conciencia inspirada” no es un nivel fijo, sino una estructura que puede emerger en distintos momentos, ya sea durante la vigilia, el sueño o el semisueño. Es frecuente en momentos de creación artística, comprensión súbita o intuiciones profundas.
En Psicología III[3], Silo clasifica algunos de estos estados como “éxtasis”, “arrebato” y “reconocimiento”, asociados a fuertes registros emotivos o a comprensiones totales que hacen desaparecer la sensación de separación entre el yo y el mundo. También habla de la “suspensión del yo”, un estado en el que, gracias a la desconexión de los sentidos y la memoria, la conciencia se interna en “lo profundo”, un espacio fuera del tiempo ordinario donde habita la raíz de lo místico y lo sagrado.
“En esta internalización irrumpe aquello que siempre está escondido, cubierto por el ruido de la conciencia. Es en lo profundo donde se encuentran las experiencias de los espacios y de los tiempos sagrados.”
En Psicología IV[4], estos fenómenos se vinculan directamente con la experiencia mística. Allí se identifican tres formas: éxtasis (absorción interna), arrebato (agitación emotiva) y reconocimiento (comprensión total en un instante). Aunque estas experiencias son propias del mundo religioso o espiritual, también pueden darse en el arte o la ciencia.
La conciencia inspirada, en definitiva, también se expresa en la vida cotidiana: en una intuición certera, en un pálpito, en una solución repentina a un problema largo, o en una emoción intensa sin causa aparente. Estas irrupciones no garantizan verdad objetiva, pero el registro subjetivo de certeza tiene un gran valor para quien las vive.
Sobre los ámbitos
Dicen que si quieres ir rápido, vayas solo, pero si quieres ir lejos, vayas acompañado. Aunque todo proceso es personal, avanzar en compañía acelera, potencia y enriquece la experiencia.
En mi caso, casi todas las experiencias importantes se han dado en el marco de un grupo humano con propósito compartido. Incluso las vivencias en soledad están influidas por el entorno cultural, el lenguaje y las referencias que hemos recibido. Nadie llega a lo profundo sin haber recorrido antes caminos abiertos por otros.
A lo largo del tiempo, constaté que fue en un conjunto humano, y no solo, donde logré avances más significativos. Porque aunque los individuos crean los conjuntos, son los conjuntos los que transforman y mejoran a los individuos. La diversidad, el cruce de miradas y la energía colectiva abren múltiples caminos para todos.
En el plano espiritual, además, sucede algo más: la inspiración se contagia. Compartir registros y traducir experiencias produce resonancia en otros, y esa empatía puede facilitar accesos propios. También hay una transmisión energética, especialmente perceptible al practicar junto a personas más avanzadas.
La realimentación de experiencias no sólo suma, sino que transforma. Al compartir, recibimos versiones enriquecidas de nuestras propias vivencias. Las investigaciones colectivas inspiran nuevas búsquedas, que a su vez serán compartidas. Todo esto convierte a los ámbitos de trabajo espiritual en potentes aceleradores del proceso.
Sobre el proceso
Un relato vital no es solo una sucesión de hechos, sino una trayectoria coherente. Más allá de los cambios, suele haber un hilo conductor: un mismo tono emocional, una búsqueda constante o una intención persistente que resiste incluso los vaivenes de la vida.
Pero, ¿cómo se mantiene un objetivo de fondo si tantas cosas escapan a nuestro control? Lo hace gracias a un Propósito profundo, que puede reformularse con los años pero que actúa como norte interno. Aunque los ensueños cambien, ese núcleo puede mantenerse firme si somos capaces de observarnos y ajustar la dirección con honestidad.
Los hábitos diarios y los intentos constantes son los que construyen ese proceso. Aciertos y errores, integrados con una buena reflexión, permiten liberar energía psíquica y proyectar mejor el futuro. La vida enseña, y cada experiencia deja una huella que puede volverse herramienta para lo que viene.
Cuando las experiencias místicas se repiten o se profundizan, uno desarrolla lo que podría llamarse una “inteligencia procesal”: la capacidad de reconocer patrones, causas, conexiones, y de caminar con mayor conciencia. Las comprensiones que trae la conciencia inspirada aumentan la coherencia y amplían la mirada. Nos permiten ver no sólo qué vivimos, sino cómo y para qué lo vivimos.
Así, el contacto repetido con lo sagrado no solo cambia nuestra vida interior, sino nuestra comprensión de la Vida misma.
Notas
- Estado de transición psíquica que permite el acceso a lo Profundo. Glosario de La Experiencia Trascendental, VV.AA. ↩
- Imagen o dirección interna que orienta el trabajo espiritual, sin estar en primer plano atencional. ↩
- Silo (2006). Psicología III, en Apuntes de Psicología. Editorial El León Alado. ↩
- Silo (2006). Psicología IV, en Apuntes de Psicología. Editorial El León Alado. ↩