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Una crónica mística

Esta es una crónica de vida desde el punto de vista místico. Se evita detenerse en detalles biográficos que no aportan a ese propósito. Su valor, si lo tiene, está en mostrar un proceso de transformación interior, con momentos clave que jalonan ese recorrido.

Todo comienza en la España de los años 70, al final del franquismo. Un joven idealista vive aquellos tiempos convulsos con compromiso social y sueños de una transformación colectiva. Milita en la clandestinidad, se empapa de ideas libertarias y revolucionarias, y confía en el crecimiento evolutivo de la especie humana hacia condiciones mentales y materiales más justas.

Sin conocer aún prácticas meditativas, experimenta momentos de fuerte inspiración. Uno de ellos, particularmente intenso, se da durante las Jornadas Libertarias de 1977, en el Parque Güell de Barcelona. Allí, en medio de una multitud que comparte sus aspiraciones, siente una conexión con algo muy grande, una percepción vívida de un mundo nuevo en camino. Reconoce con el tiempo aquel estado como visionario, un acceso inusual a una conciencia inspirada.

Tras la euforia, llega el desencanto. La apertura política trae consigo nuevas libertades y también luchas por el poder. Muchos antiguos compañeros buscan posicionarse en el nuevo sistema. El joven protagonista se ve arrastrado por la ola del hedonismo y la exploración. Vive nuevas experiencias en la línea de la Nueva Era, con elementos que van desde la espiritualidad oriental hasta la psicodelia.

En ese contexto, tiene una vivencia trascendental. Fue una experiencia clara, auténtica, que dejó una marca imborrable: la certeza de que todo está conectado en una unidad viva e inteligente. Ese impacto interior reconfigura su sistema de creencias y lo lanza a una búsqueda activa, leyendo, viajando y asistiendo a toda clase de escuelas, grupos y propuestas espirituales.

Explora sin encontrar algo que resuene con la profundidad de su vivencia. Hasta que un día, casi de manera casual, llega a una actividad organizada por La Comunidad1. Asiste a una reunión donde se trabaja con una Experiencia Guiada y reconoce de inmediato un conocimiento profundo del psiquismo humano. Lee los materiales que le ofrecen y se siente convocado por una propuesta coherente, que une lo interno con lo social y lo espiritual con lo cotidiano.

Se compromete con el Movimiento Humanista, integrando su vida personal y familiar con la causa de Humanizar la Tierra. Se involucra en trabajos organizativos y, al mismo tiempo, cultiva su desarrollo interior. La propuesta ideológica, el Nuevo Humanismo, evoluciona con los años, al igual que quienes la integran. Prácticas como el Trabajo con la Fuerza y la Experiencia de Paz dejan registros acumulativos que permiten el acceso recurrente a estados de conciencia inspirada.

El símbolo de la cinta de Moebius —que expresa la continuidad entre lo externo y lo interno— cobra sentido como imagen de ese camino dual. Con el tiempo, accede a experiencias más profundas en retiros, viajes y encuentros, que refuerzan la percepción de una dimensión trascendente en la vida.

Con la apertura de la Escuela llega un nuevo nivel: el trabajo con las Disciplinas. Cada una exige pasos rigurosos y experiencias verificables. En su caso, trabaja la Disciplina Mental. Las “rutinas” diarias están impregnadas de inspiración, aunque el avance no siempre es regular. En uno de los pasos, tiene una experiencia intensa de desaparición del “yo”, sin imágenes, pero con un estado energético arrollador y un cambio total en su percepción de la muerte. Esa vivencia le recuerda la frase: “Quien muere antes de morir, no morirá jamás”.

Al terminar la Disciplina, comienza la etapa de Ascesis: ya no hay pasos pautados, sino responsabilidad sobre el propio proceso. La referencia externa desaparece con la muerte de Silo, pero no hay sensación de orfandad. La comunidad de Maestros continúa trabajando en los Parques de Estudio y Reflexión, desarrollando actividades, investigaciones y encuentros.

Una herramienta clave en esta nueva etapa es la Oración Interior, basada en una práctica sugerida por Silo durante la inauguración de la Sala de Sudamérica2. Consiste en tomar aire, llevarlo al corazón y hacer un pedido por uno mismo y los seres queridos. Con el tiempo, esa práctica se transforma: incluye frases fuerza, pedidos personalizados y momentos de silencio profundo que dejan huellas internas.

Durante un tiempo, el proceso parece entrar en una meseta. Una crisis de salud reduce su caudal energético. Pero esa pausa resulta fecunda: le permite reconciliarse con su pasado, desarrollar gratitud y empatía, y reenfocar su esfuerzo. El ejercicio físico —con sus cualidades de constancia, disciplina y precisión— se convierte también en un aliado para retomar el trabajo interior.

Participa en iniciativas colectivas transformadoras, como el Taller del Fuego, que remueve contenidos profundos y activa símbolos arquetípicos. En sueños posteriores, aparecen imágenes ancestrales, como si ciertos recuerdos vinieran de los orígenes de la especie. Aprende a leer analogías entre la percusión de piedras para encender el fuego y las condiciones necesarias para la Ascesis: técnicas, carga afectiva y temple.

Uno de los momentos culminantes ocurre en la Cámara de Supresión Sensorial3, un espacio de oscuridad, silencio y flotación corporal que facilita el vuelco hacia el mundo interno. En un retiro de dos semanas, logra un alto grado de concentración en la parte superior de la cabeza, en la línea sugerida por la Ceremonia del Oficio:

“Siente la Fuerza y su luminosidad interna. Trata de ver su luz adentro de tus ojos y no impidas que ella obre por sí sola.”4

Al final del retiro, vive una experiencia definitiva: la apertura del Centro Luminoso. Un fogonazo cegador llena su espacio interno, anulando toda representación, incluso la de sí mismo. No hay imágenes, sólo Luz. A diferencia de una experiencia anterior, esta vez se acompaña de una secuencia de registros reconocibles: centros activos en el pecho, la cabeza y más allá del cuerpo. La vivencia deja una huella imborrable, que en días siguientes aflora en forma de reminiscencias sutiles.

Desde entonces, accede con más facilidad a ese contacto, aunque con menor intensidad. Comprende que su umbral ha cambiado y que los registros se integran cada vez más en la vida cotidiana. A veces breves, otras en contextos especiales, esas experiencias se transforman en verdaderas fuentes de aprendizaje.

En ciertas ocasiones, surgen frases o aforismos sin buscarlos, como si ya estuviera habilitado un mecanismo que responde al trabajo acumulado. Pero su foco no está en conservar frases, sino en avanzar hacia una mayor fusión con la Luz.

Reconoce que estos accesos transforman nuestra forma de ver el mundo y a nosotros mismos. Aumentan la conciencia, refuerzan el compromiso ético y despiertan un propósito profundo: vivir de forma coherente y cada vez más despierta.

La experiencia mística no es un recuerdo aislado, sino una fuerza que alimenta lo más íntimo y nos lanza, cada día, al desafío de vivir en dirección a lo Profundo.

Notas

  1. La Comunidad para el Equilibrio y Desarrollo del Ser Humano, organización cultural del Movimiento Humanista.
  2. Sugerencia formulada por Silo el 7 de mayo de 2005, durante la inauguración de la Sala de Sudamérica. Referido en el libro Silo a Cielo Abierto.
  3. También llamada “Cámara de Silencio”. Sus fundamentos están desarrollados en el libro La Experiencia Trascendental, VV.AA., Ediciones Virtual.
  4. Silo (2008). El Mensaje de Silo, Ceremonias – Oficio. Editorial El León Alado.