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Una crónica mística

Esta es una crónica de vida desde el punto de vista místico. Los detalles biográficos ajenos a esta mirada tienen poco que aportar al interés de este escrito. Se intenta, pues, evitar la descripción de eventos personales que distraerían del objetivo. Su posible valor reside en que aporta la visión de un proceso, a lo largo de unos años de recorrido. También puede ilustrar situaciones concretas en que se dan pasos decisivos, siempre en el contexto de una evolución a lo largo del tiempo. Pienso que interesan los hechos y circunstancias que se conectan, de algún modo, con la llegada a ciertas experiencias, incluidas las del pasado reciente. Y así lo intento recopilar.

Empezamos la narración en la España de los años 70, finalizando el franquismo.

Un joven idealista —entonces muy joven y muy idealista— vive aquellos tiempos revueltos con grandes aspiraciones y un fuerte compromiso social. Actúa en la clandestinidad, descubre la solidaridad entre camaradas y profundiza en ideas revolucionarias y libertarias. Entonces su análisis de la historia y del mundo social está basado en un materialismo dialéctico no-autoritario. Pero es el fuego del idealismo el que impulsa la máquina de la militancia. El ensueño de la utopía, del crecimiento evolutivo de la especie en un futuro que garantice las mejores condiciones para todos, mentales y materiales, es el motor de su vida.

Ya en esos momentos, sin conocimiento alguno de prácticas meditativas, se dan momentos de fuerte inspiración. Cuando llega la democracia, hay un afloramiento masivo de fuerzas progresistas que habían sido reprimidas por largo tiempo y al fin se muestran, inundando la sociedad de ideas y sentimientos que la transforman. Entonces se dan grandes manifestaciones y otros eventos multitudinarios sin precedentes.

Recuerdo haber sentido entonces una conexión con algo muy grande, con lo mejor de la Humanidad. Particularmente, en las Jornadas Libertarias de 1977, en el Parque Güell de Barcelona, sentí algo muy similar a un estado de conciencia inspirada, con una percepción de un mundo nuevo que estaba en camino y que me conmovió hondamente. La presencia de aquella multitud, que compartía mis aspiraciones, me lanzaba a un estado de exaltación contemplativa que, ahora, reconozco como un estado de conciencia visionario y fuera de lo común.

No obstante, a la euforia inicial le siguieron tiempos de decepción. Más tarde, alguien diría: “Contra Franco vivíamos mejor”. Muchos de los antiguos camaradas entraron de lleno en la lucha política entre sí y hubo carreras para conseguir posiciones ventajosas en el sistema, que acababa de abrir ventanas de oportunidad para los más ávidos.

Además, el final aparente de la represión trajo consigo nuevos aires de libertad en lo personal. Nuevas costumbres, nuevas experiencias por vivir. Probablemente, mi propio proceso individual, junto al cambio de referencias sociales, facilitó un cambio de trayectoria vital. Nuestro joven revolucionario se entregó primero al hedonismo, al carpe diem y a la exploración de nuevos mundos en la onda de la Nueva Era.

En esta crecida corriente, como río tumultuoso que baja por la montaña, muchos elementos diversos eran arrastrados, como troncos por las aguas. La libertad sexual, la psicodelia y la espiritualidad importada de Oriente eran nuevas áreas por descubrir, así como nuevas concepciones del ser humano, a veces muy alejadas del materialismo riguroso.

Me encontraba, pues, sumergido en ese torrente de nuevas influencias, cuando tuve una vivencia impactante y reveladora. Fue un episodio único, pero marcó un antes y un después en mi camino. Su sabor era tan auténtico y profundo, que no se podía confundir con una alucinación producida por tóxicos. Lo más importante fue la señal que dejó en mí, modificando para siempre mi campo de creencias.

Quedó instaurada en mi conciencia la certeza de que todo lo existente estaba conectado en una sola unidad. Y de que esa interconexión viva integraba al universo entero y a cada individuo, de modo que alguna forma de inteligencia lo impregnaba y lo ordenaba todo. Esto generó en mí la imperiosa necesidad de saber y comprender más, de modo que empecé una etapa de búsqueda activa, leyendo libros y asistiendo presencialmente a referencias que iban apareciendo.

Acudí a las sedes de distintas escuelas esotéricas, viajé para conocer grupúsculos de la new age, conocí a sanadores que impartían sus conocimientos espirituales, estudié el entonces incipiente “mercadillo espiritual”, frecuenté a los seguidores de estas organizaciones… Mi listón interno estaba muy alto y no me resonaban los diferentes discursos, después de haber tenido una experiencia propia de tan hondo calado.

En algunas ocasiones, me pareció que ciertos adeptos necesitaban ayuda para hacerse cargo de sí mismos, lo cual distaba mucho de ser modélico para mí.

Por fin, en mi propia ciudad, vi algunos carteles que citaban a Silo. Concretamente, sobre los Principios de Acción Válida[1] y la Declaración de México[2] sobre la Trascendencia. Tocaba temas esenciales: Ética y Mística. Habían llamado mi atención, pero no lo suficiente para movilizarme desde el desencanto en el que me encontraba.

Hasta que, en el 81, vi un cartel de los mismos organizadores que convocaba… ¡a un concierto de salsa! Esto ya me pareció digno de verse, y me acerqué a investigar un local de La Comunidad[3].

Fui invitado a una reunión de demostración, donde se trabajó con una Experiencia Guiada[4]. Inmediatamente percibí un profundo conocimiento del psiquismo humano tras el diseño de aquella herramienta. Devoré sin demora los libros y materiales que me ofrecieron, y allí encontré la coherencia que había echado en falta en mis búsquedas anteriores.

El propio concierto, con canciones de calidad compuestas con referencias a las ideas del grupo, me mostró también a los asistentes: jóvenes vitales como yo, entusiastas y perfectamente normales. La generosidad y la ausencia de intereses materiales ocultos también eran evidentes. Intuí que por fin había encontrado un ámbito y un Maestro que me pudieran orientar para seguir avanzando en mi camino, después de aquella primera experiencia trascendental.

No es que estuviera buscando un maestro, es que cuando, por fin, encontré a alguien con la capacidad de darme respuestas, resultó ser una persona extraordinaria, y así tuve que admitirlo.

Me comprometí sin reservas con ese conjunto humano, con la organización, con la causa de Humanizar la Tierra y con la aspiración de una Nación Humana Universal. La transformación personal en función de un cambio social futuro pasó a ser un estilo de vida. A ello dediqué mis mejores energías durante los años posteriores, simultaneando con una vida laboral, personal y familiar como la de cualquiera. No se trataba de oponer lo espiritual a la plena participación en la vida y en la sociedad, sino de implicarse a fondo y mejorarlos.

Puedo decir que toda la organización, ya definida ideológicamente como Nuevo Humanismo[5], fue evolucionando y transformándose, como lo hicimos sus miembros, a lo largo de las décadas. Desde el principio, tuve acceso a los trabajos de Autoliberación[6], y poco a poco se fueron añadiendo Retiros y Centros de Trabajo en los cuales se concentraba mucha experiencia interna en varios días, y se iba acumulando un bagaje que permitiría más adelante saltos de calidad.

Este camino híbrido de acción militante en organismos del Movimiento Humanista[7], combinado con el trabajo personal que a la vez manteníamos, fue forjando un espíritu, individual y compartido, de gran determinación y resistencia. No tengo dudas de que esta base ha sido el fundamento de mucha acción en el mundo y de grandes cambios personales.

Efectivamente, aplicábamos esa comunicación y mutuo apoyo entre lo externo y lo interno, que formaban un continuo, como lo expresaba la cinta de Moebius que fue adoptada como símbolo del Partido Humanista.

Esparcidos por décadas, tengo recuerdos de momentos de gran inspiración y de rozar estados sublimes. Entre las técnicas más reiteradas, destacaba siempre el Trabajo con la Fuerza[8]. Lo que en las primeras sesiones pude registrar como una distensión integral, tal como es descrito en la Experiencia de Paz[9], con el tiempo se fue perfeccionando como un primer nivel de contacto con la Luz y con la Fuerza.

Estos trabajos tienen una característica acumulativa, de modo que, al repetirlos, van grabando una huella que facilita volver a esos estados por evocación del registro que ya tenemos en memoria. Y, además, van acumulando un potencial interno, capaz de manifestarse, en otros momentos, como accesos de conciencia inspirada.

Esos chispazos también van dejando su correspondiente huella y van añadiendo nuevas memorias que resultan habilitantes para experiencias posteriores.

En los primeros años del siglo XXI se hicieron algunos trabajos particularmente significativos, como el que llamamos “Retiro de la Fuerza”. Junto a una aceleración de las actividades militantes, con reiterados y prolongados viajes a otros países, se me dio un tiempo de experiencias conmovedoras de varios tipos.

Desde momentos de verdadera conciencia inspirada, con oleadas de intensa empatía —en situaciones curiosas como la práctica del deporte— hasta sueños reveladores que me aportaban nuevos significados sobre mis compromisos vitales. Eran señales de que el trabajo interno acumulado había ido haciendo evolucionar ciertos contenidos y de que se avecinaba otra etapa.

Tras tantos años de maduración de nuestros ámbitos, de sumar experiencias personales y de evolucionar individual y conjuntamente, se llegó a la apertura de la Escuela. Una dimensión nueva, unas formas de trabajo desconocidas: las Disciplinas[10].

Siguiendo procesos individuales, pero arropados siempre por un conjunto de pares, en camadas que seguían procesos paralelos, nos sumergimos en el inicio de una transformación definitiva. Cada disciplina seguía un procedimiento específico y una secuencia de pasos precisa. En mi caso era la Disciplina Mental. Había que obtener los indicadores de cada paso antes de pasar al siguiente y eso demandaba una gran cantidad de energía. Pero, al culminar, algo nuevo se había empezado a gestar en nuestro interior.

Las sesiones de trabajo diarias, que llamábamos “rutinas”, estaban impregnadas de un fuerte sabor a inspiración, si bien los propios biorritmos tenían su influencia y el rédito era muy variable. Pero los avances, en forma de registros consolidados, eran innegables. Frecuentemente había un desplazamiento del “yo” en la sesión y un mayor nivel de conciencia sostenido en la vida diaria, en la que se continuaba el trabajo.

Tengo el recuerdo imborrable de cierto paso en el cual pude sentir la desaparición del “yo” de manera fugaz, pero incontestable. Obviamente, del momento en sí no tengo imágenes, pero sí recuerdo la conmoción inmediata y el estado de altísima energización que me acompañó en los días siguientes. La marca biográfica de esa experiencia es imborrable y siempre me ha hecho recordar aquella frase: “Quien muere antes de morir, no morirá jamás”.

En efecto, ese recuerdo de un momento especial —del que no hay ni puede haber recuerdos— cambió para siempre mi expectativa sobre la muerte.

Finalizada esta fase, nuestra tarea como Maestros de una Disciplina pasó a ser la Ascesis[11]. Hacerse cargo de uno mismo, de su estilo de vida y de su ascenso en comprensiones, sin técnicas pautadas ni pasos definidos, fue nuestra responsabilidad. Más aún con la partida, ese mismo año, de Silo.

Sin nuestro Maestro, que había sido referente todo el tiempo, lejos de caer en un sentimiento de orfandad o de entrar en luchas internas, la inteligencia en la horizontalidad se abrió camino. Nuestros Parques de Estudio y Reflexión se han continuado mejorando, creciendo y ampliando en estos catorce años. Siempre construidos y mantenidos por los propios Maestros, con total independencia.

Una herramienta que me sirvió bastante en los inicios de esta nueva fase de trabajo más profundo fue la Oración Interior. A partir de “una receta” que nos había regalado Silo, en la inauguración de la Sala de Sudamérica[12], él recomendaba practicar a diario un pedido por uno mismo y sus seres queridos, tomando una bocanada de aire y llevándola al corazón.

También recomendaba ir más allá de las palabras. Eso fue lo que hice entonces. Primero, incorporando una “entrada” con la Oración Gnóstica[13], tomada de los trabajos de mi Disciplina Mental, que fue creando una suerte de espacio interno de contacto con lo Sagrado. Luego, formulando preguntas personales y lanzando un pedido a partir de la inspiración del momento.

Incluso, en ocasiones, quedaban frases fuerza o aforismos para ser evocadas en la vida diaria. Esta práctica fue creando un hábito de contacto interior que fue sumando grabaciones muy útiles para el trabajo de Ascesis posterior.

No siempre se progresa a la misma velocidad. Durante un tiempo, me encontré en una parte de mi recorrido algo estacionario, como una meseta en el ascenso. Mi contacto con la Fuerza no era lo suficientemente “potente” como para obtener registros de mayor nivel. En parte, lo atribuí a una reciente crisis de salud que pudo haber reducido el caudal de mi energía psicofísica básica.

Ese aparente estancamiento fue un provechoso recodo en el camino. Me permitió valorar muchas cosas que se tienen con buena salud. Desarrollé más empatía, comprensión, reconciliación conmigo mismo y con mi vida anterior. Profundicé en el Agradecimiento y empecé a incorporarlo como práctica en mi tiempo diario de recogimiento.

Después, me esforcé en mejorar mi condición física, cosa que me ayudó bastante a retomar el ascenso. No solamente por el aumento de energía. También descubrí que las rutinas del ejercicio físico guardan correlación con cualidades como perseverancia, esfuerzo y precisión, muy útiles para avanzar en la dinámica del trabajo personal.

También aprendí a poner en valor la vital importancia del apoyo que yo recibí entonces y que se brindan entre sí los compañeros y compañeras de un ámbito como éste, donde el propósito común de mejoramiento de cada cual se traduce en la continua mejora del entorno, y viceversa.

Se mantiene en crecimiento la calidad de las relaciones humanas, de los intercambios, de los testimonios y de las producciones de Escuela. Mediante éstas, se aportan estudios y reflexiones fruto de investigaciones de Maestras y Maestros, compartidas para acumular un caudal creciente de experiencia y conocimiento espiritual en las bibliotecas de los Parques.

En ellos se han continuado las actividades de la Escuela de forma sostenida. Investigando, estudiando, presentando libros, trabajos y monografías. Con muchas actividades abiertas a simpatizantes y personas interesadas. Y promocionando siempre los retiros y trabajos de Ascesis. Mucha camaradería, recuerdos compartidos y agradecimiento por mi parte, a quienes compartieron y a quienes iban por delante mío en experiencia.

Entre estas iniciativas, una que resultó ser transformadora fue el Taller del Fuego. En él reconstruimos los pasos que fue dando la Humanidad: primero conservando, luego transportando y, mucho después, produciendo el Fuego.

Especialmente, la producción removió contenidos posiblemente ancestrales del fondo de mi memoria. Incluso, en los sueños posteriores a ese tiempo de trabajo, aparecieron imágenes cuyo significado parecía remontarse a precedentes muy lejanos de la especie.

No me fue difícil establecer analogías entre el recorrido de búsqueda de los minerales para la percusión y la preparación de condiciones para la Ascesis: las piedras como técnicas para la Entrada, el material inflamable como carga afectiva, y el temple necesario para seguir adelante, por encima de cualquier dificultad.

Y, por fin, debo referirme muy especialmente a la Cámara de Supresión Sensorial[14], coloquialmente llamada “Cámara de Silencio”. En ella se neutralizan los estímulos sensoriales mediante inmersión en agua corporal, oscuridad total y silencio casi absoluto. Esto facilita un volcado al mundo interior clave para acelerar los trabajos meditativos.

Esto fue lo que me sucedió en 2018, durante un retiro especial de dos semanas, en un ambiente de gran afecto y trabajo bien planificado.

Ahora estoy convencido de que el Propósito claro, junto a la intensa carga afectiva, produjeron la acumulación energética necesaria para desencadenar esta experiencia.

Si bien hacía años que tenía acceso al pasaje de la Fuerza y a los registros luminosos, la presencia de la Luz en los espacios altos era aún limitada. Durante este retiro fui progresando, día a día, en concentrar la energía en la parte superior de la cabeza, tras los ojos, como se dice en la Ceremonia del Oficio:

“Siente la Fuerza y su luminosidad interna. Trata de ver su luz adentro de tus ojos y no impidas que ella obre por sí sola.”[15]

Casi al final de la segunda semana, tuve la experiencia definitiva de apertura del Centro Luminoso. Un fogonazo inmenso y deslumbrante llenó por completo mi espacio de representación. Nada más que la propia Luz tenía cabida. Por segunda vez en mi vida, experimenté la desaparición del “yo”.

A diferencia de la vez anterior, esta vez hubo una secuencia estructurada de registros. En una recopilación sobre trabajos previos en Cámara de Silencio, se menciona la experiencia de “los tres soles”: tres centros de luz muy activos (en el pecho, en la cabeza y fuera del cuerpo, por encima).

Ese era el esquema en que me estaba moviendo, hasta que se produjo aquel estallido. La experiencia de Luz fue cegadora, sobrepasante, imposible de explicar en palabras. La cantidad de luz hizo desaparecer todo lo demás, incluido yo mismo.

Las impresiones que esto dejó en mi psiquismo fueron aflorando en días sucesivos como breves reminiscencias. Algo indescriptible había dejado su impronta en mí, dotando a todo lo existente de un sentido profundo.

Esta Huella ha servido desde entonces como puerta de acceso para sucesivas experiencias de contacto con el Centro Luminoso. Aunque ninguna con ese mismo impacto, sí con intensidades y matices diversos. He llegado a pensar: “Cuando uno pasa horas en la oscuridad del campo y entra en una ciudad iluminada, al principio no ve nada. Luego, con el tiempo, se acostumbra.”

Así entiendo que ha aumentado mi umbral de tolerancia. Estos contactos se van haciendo más sutiles, más integrados en la vida diaria. A veces breves, pero plenos. Otras, en contextos especiales como los retiros de Cámara, traen verdaderas sesiones de preguntas y respuestas internas.

Como explicaba al inicio, fue en una situación biográfica concreta, en la que el trabajo habitual “en seco” se encaminó hacia la búsqueda en la Luz de referencia y consuelo. Fruto de esa etapa fue una sucesión de frases, evocadoras para mí e inspiradoras —ojalá— para otras personas. Algunas siguen apareciendo, incluso sin buscarlas, tras ciertas sesiones. Tal vez un mecanismo habilitado que ya no se pierde.

Pero no es esa la dinámica. Mi interés es progresar en la Fusión con la Luz, no retener expresiones que la traduzcan. Aun así, en condiciones propicias, sigo practicando, investigando, aprendiendo mucho también de otras personas que avanzan paralelamente o por delante de mí. Sé que tengo mucho camino por recorrer aún.

Queda decir que las experiencias trascendentes no permanecen como recuerdos inconexos. El contacto con lo Profundo nos cambia. Al tener en copresencia ese otro mundo, nuestra forma de verlo todo, incluidos nosotros mismos, se transforma.

Aumenta la conciencia de sí, la comprensión de los procesos y fenómenos en los que participamos. Nos aceptamos a nosotros mismos y a los demás. Y el compromiso ético se refuerza, para seguir la Regla de Oro: “Trata a los demás como quieres que te traten”.

Hay dentro nuestro un nuevo lugar, desde el que observamos y decidimos con un nuevo desapego y sabiduría. No basta con contemplar el mundo afectuosamente. Nos sentimos comprometidos en su mejoramiento.

Las experiencias místicas nos alimentan en aquella parte nuestra tan íntima, que podríamos haber olvidado. Son el estímulo para lanzarse, cada día, al desafío de vivir coherentemente y cada vez más despierto.

Notas

  1. Silo (2008). El Libro, Los Principios. El Mensaje de Silo. Editorial El León Alado.
  2. Disponible en www.parquepuntadevacas.net, en su archivo audiovisual.
  3. La Comunidad para el Equilibrio y Desarrollo del Ser Humano, organización social y cultural del Movimiento Humanista.
  4. Forma de Meditación Dinámica, creada por Silo.
  5. Corriente de pensamiento que pone al ser humano como valor central. También llamada Humanismo Universalista.
  6. Luis A. Ammann (1980). Autoliberación. Editorial El León Alado.
  7. Los organismos del Movimiento Humanista son: La Comunidad, Convergencia de las Culturas, Mundo sin Guerras y el Partido Humanista.
  8. Silo (2008). Capítulos VII y VIII de El Libro, en El Mensaje de Silo. Editorial El León Alado.
  9. Luis A. Ammann (1980). Curso de Distensión, Lección 4: Experiencia de Paz. En Autoliberación, Editorial El León Alado.
  10. Hay cuatro Disciplinas: Material, Formal, Energética y Mental. Más información en www.parquepuntadevacas.net, sección Estudios y Monografías.
  11. Camino de experiencia posterior a las Disciplinas, que habilita en dirección a lo Trascendental. Definido en el glosario de La Experiencia Trascendental, VV.AA., Ediciones Virtual.
  12. La Reja, Buenos Aires, Argentina — 7 de mayo de 2005. Referido en el libro Silo a Cielo Abierto.
  13. Oración Gnóstica: “Tú que eres la luz de la Gnosis, enséñame a ver tu presencia en lo Uno y en lo Todo. Enséñame a ver con el entendimiento, por encima de la Tierra y por encima de los ojos humanos. Tú que eres lo permanente, muéstrate a través de mis recuerdos, de mis pasiones, de mi fuerza que no es mía. Tú que eres lo Uno y lo Todo, siempre quieto y activo, muéstrame el misterio de aquello que no está en Ti, para comprender por la Gnosis que estás por encima de la luz y también de lo oscuro, en unidad eterna.”
  14. Todos los detalles sobre la Cámara de Supresión Sensorial, incluso instrucciones para construir una, están en el libro La Experiencia Trascendental, VV.AA., Ediciones Virtual.
  15. Silo (2008). El Mensaje de Silo, Ceremonias – Oficio. Editorial El León Alado.