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Sobre las experiencias

En el contexto expuesto inicialmente, he usado una analogía entre el nivel de conciencia que llamamos sueño y los estados de conciencia inspirada. La intención era hacer notar los paralelismos que se dan cuando tenemos una transición entre dos percepciones de la realidad. Tenemos una más amplia descripción técnica sobre los niveles de conciencia en el libro Autoliberación[1].

Pero veamos las semejanzas que nos ayuden a explicarlo. Entre el nivel de sueño y el de vigilia, tenemos un nivel intermedio llamado semi-sueño. Cuando nos vamos a dormir, atravesamos ese estado de manera más o menos rápida, notamos cómo las cadenas de imágenes que cruzan nuestro espacio de representación se van haciendo cada vez menos racionales y más sugestivas, a medida que disminuye nuestra capacidad autocrítica, llamada reversibilidad. Finalmente, ésta desaparece por completo y la conciencia se sumerge en un entorno muy diferente, con reglas distintas a las que rigen cuando estamos despiertos. Por el trayecto inverso, al despertar, también puede haber un breve lapso en el que aún persisten imágenes de nuestros sueños, con relatos que no serían válidos para la conciencia vigílica.

Análogamente, para acceder a lo Profundo, podemos experimentar un estado transitorio llamado “trance”[2], que puede manifestarse de diversas formas. Al regresar a la vigilia ordinaria, hay un tiempo de reajuste de las funciones normales del psiquismo: se reacomodan las percepciones del espacio, se recalibran los sentidos y uno se enfoca nuevamente en lo cotidiano, tal vez reteniendo algunas sensaciones en la memoria, que luego configurarán una copresencia de otro espacio y tiempo.

A diferencia del sueño, que normalmente ocurre sin propósito consciente, salvo excepciones, a lo Profundo vamos con un Propósito[3] definido. Esta intención puede operar como dirección general del trabajo, por ejemplo, hacia espacios sagrados. También puede haber propósitos puntuales. En mi caso, durante un tiempo de dificultades personales, llevé el propósito de encontrar un mensaje que pudiera servirme de consuelo, y eso fue lo que obtuve.

El estado de “Conciencia Inspirada” no es un nivel, sino una estructura de conciencia que puede irrumpir en distintos niveles, rompiendo incluso su mecánica. Así, pueden surgir inspiraciones tanto en el sueño como en la vigilia. No son extrañas sus referencias en la historia de la Ciencia, la Filosofía y el Arte.

En Psicología III, del libro Apuntes de Psicología[4], Silo menciona los estados alterados de conciencia y, entre ellos, los estados de conciencia superior:

“Distinguimos también algunos estados que pueden ser ocasionales y que bien podrían ser llamados “estados superiores de conciencia”. Estos pueden ser clasificados como: “éxtasis”, “arrebato” y “re­conocimiento”. Los estados de éxtasis, suelen estar acom­pa­ñados por suaves concomitancias motrices y por una cierta agitación general. Los de arrebato, son más bien de fuertes e inefables registros emotivos. Los de reconocimiento, pueden ser caracterizados como fenómenos intelectuales, en el sentido que el sujeto cree, en un instante, “comprenderlo todo”; en un instante cree no tener diferencias entre lo que él es y lo que es el mundo, como si el yo hubiera desaparecido. ¿A quién no le pasó alguna vez que de pronto experimentó una alegría enorme sin motivo, una alegría súbita, creciente y extraña? ¿A quién no le ocurrió, sin causa evidente, una caída en cuenta de profundo sentido en la que se hizo evidente que “así son las cosas?”

Y continúa, hablando de la “suspensión del yo”:

“También se puede penetrar en un curioso estado de conciencia alterada por “suspensión del yo”. Esto se presenta como una situación paradojal, porque para silenciar al yo es necesario vigilar su actividad de modo voluntario lo que requiere una importante acción de reversibilidad que robustece, nuevamente, aquello que se quiere anular. Así es que la suspensión se logra únicamente por caminos indirectos, desplazando progresivamente al yo de su ubicación central de objeto de meditación. Este yo, suma de sensación y de memoria comienza de pronto a silenciarse, a desestructurarse. Tal cosa es posible porque la memoria puede dejar de entregar datos, y los sentidos (por lo menos externos) pueden también dejar de entregar datos. La conciencia entonces, está en condiciones de encontrarse sin la presencia de ese yo, en una suerte de vacío. En tal situación, es experimentable una actividad mental muy diferente a la habitual. Así como la conciencia se nutre de los impulsos que llegan del intracuerpo, del exterior del cuerpo y de la memoria, también se nutre de impulsos de respuestas que da al mundo (externo e interno) y que realimentan nuevamente la entrada al circuito. Y, por esta vía secundaria, detectamos fenómenos que se producen cuando la conciencia es capaz de internalizarse hacia “lo profundo” del espacio de representación. “Lo profundo” (también llamado “sí mismo” en alguna corriente psicológica contemporánea), no es exactamente un contenido de conciencia. La conciencia puede llegar a “lo profundo” por un especial trabajo de internalización. En esta internalización irrumpe aquello que siempre está escondido, cubierto por el “ruido” de la conciencia. Es en “lo profundo” donde se encuentran las experiencias de los espacios y de los tiempos sagrados. En otras palabras, en “lo profundo” se encuentra la raíz de toda mística y de todo sentimiento religioso.”

Después, en Psicología IV[5], relaciona más estos estados con la mística:

“En la Mística encontramos vastos campos de inspiración. Debemos señalar que cuando hablamos de «mística» en general, estamos considerando fenómenos psíquicos de «experiencia de lo sagrado» en sus diversas profundidades y expresiones. Existe una copiosa literatura que da cuenta de los sueños, las “visiones” del semisueño, y las intuiciones vigílicas de los personajes referenciales de religiones, sectas y grupos místicos. Abundan, además, los estados anormales y los casos extraordinarios de experiencias de lo sagrado que podemos tipificar como Éxtasis, o sea, situaciones mentales en que el sujeto queda absorto, deslumbrado dentro de sí y suspendido; como Arrebato, por la agitación emotiva y motriz incontrolable, en la que el sujeto se siente transportado, llevado fuera de sí a otros paisajes mentales, a otros tiempos y espacios; por último, como «Reconocimiento», en que el sujeto cree comprenderlo todo en un instante. En este punto estamos considerando a la conciencia inspirada en su experiencia de lo sagrado que varía en su modo de estar frente al fenómeno extraordinario, aunque por extensión se han atribuido también esos funcionamientos mentales a los raptos del poeta o del músico, casos en que «lo sagrado» puede no estar presente.”

Hemos mencionado estructuras de conciencia a las que llamamos «conciencia inspirada» y las hemos mostrado en grandes campos conocidos como la Filosofía, la Ciencia, el Arte y la Mística. Pero en la vida cotidiana, la conciencia inspirada actúa con frecuencia en las intuiciones o en las inspiraciones de la vigilia, del semisueño y el sueño paradojal. Ejemplos cotidianos de inspiración son los del «pálpito», del enamoramiento, de la comprensión súbita de situaciones complejas y de resolución instantánea de problemas que perturbaron durante mucho tiempo al sujeto. Estos casos no garantizan el acierto, la verdad o la coincidencia del fenómeno respecto a su objeto, pero los registros de «certeza» que los acompañan son de gran importancia.

Sobre los ámbitos

Dicen que, si quieres ir rápido, vayas solo. Pero si quieres ir lejos, es mejor que vayas acompañado. Evidentemente, el trabajo personal se basa en aquello que hace sobre sí misma cada persona. Nadie puede avanzar por ti. Hacerse cargo del propio proceso es la base de toda evolución individual. Pero es indudable el beneficio de compartir, tanto por economía energética como porque estamos diseñados para cooperar. Necesitamos a los demás para acceder a nuestras mejores opciones evolutivas.

Casi todas las experiencias narradas en el anterior relato de vida se han dado en un ámbito de relaciones interpersonales que las facilitaban o las generaban directamente. El hecho de pertenecer a una generación concreta y vivir un momento histórico determinado ya es un desencadenante de vivencias interiores extraordinarias.

Otras experiencias personales significativas se pueden haber producido en soledad. Sin embargo, uno recrea en su mente los elementos que ha recibido de su cultura. Las traducciones de cualquier contacto con lo trascendente están influidas por el paisaje humano que nos rodea. Incluso las posibilidades materiales de acceder a unas condiciones adecuadas para el misticismo han sido predispuestas por un entorno social que nos envuelve. No estamos aislados, y nuestro camino espiritual es un sendero que otros han transitado antes y cuyas huellas nos preceden.

En mi historia personal pude constatar cómo fue a partir de la participación en un grupo humano orientado a ese fin cuando más pude avanzar. Buscando y encontrando respuestas, pero, sobre todo, encontrando el ambiente favorable para conseguir mi propia experiencia. Son los individuos los que construyen los conjuntos humanos. Su aportación personal, mayor o menor, es indiscutible, necesaria y muy valiosa. Pero son los conjuntos los que mejoran a los individuos. Si uno más uno es más que dos, ¿qué decir de las combinaciones aritméticas que se dan entre números más grandes? El número genera diversidad de formas. Y éstas abren ventanas de oportunidad para todos.

Es en un espacio diverso y posibilitario donde se encuentran los canales adecuados para cada uno. Las sutiles diferencias de percepción generan variantes del camino para que cada cual pueda tomar su propia senda dentro de una comunidad lo suficientemente amplia y con un mismo propósito. El mejor caminante avanza más en buena compañía.

Entrando en las características propias del fenómeno espiritual, hay que observar que “la iluminación se contagia”. De una parte, porque el hecho de compartir traducciones de otro plano estimula la receptividad. Por empatía, o por evocación de percepciones similares —incluso las no advertidas o traducidas—, hay un traslado de experiencias que ayuda a desarrollar las suyas a quien las recibe. Esa es la idea de este libro.

Por otra parte, en los fenómenos energéticos asociados a la Fuerza, se da entre las personas una transmisión de la misma. De modo que, por la participación con practicantes más experimentados —que ya tienen acceso a esos registros—, alguien que aún no los tenía puede acceder a ellos y adquirir esa Experiencia.

Además, la realimentación multiplica los efectos de la experiencia. Compartir los registros implica que habrá un retorno de ellos, transformados por la percepción ajena y que añadirán matices a lo que ya se había comprendido. Las investigaciones puestas en común animan a realizar nuevos estudios, que a su vez serán también expuestos para beneficio del grupo. Iniciativas que producen resultados sirven después de base para nuevas implementaciones que las mejoran.

Es por todo ello que el ámbito de la Escuela es un poderoso ciclotrón que acelera los procesos humanos, mediante múltiples vías de potenciación y de influencia.

Sobre el proceso

Un relato es mucho más que la secuencia lineal de unos eventos. Al entendimiento perspicaz no se le oculta que hay un hilo conductor entre ellos. Tal vez sea una búsqueda común, quizá un mismo tono emocional. Puede que haya unas constantes que se repiten, sea por similitud de sucesos, por reacciones a los mismos o por la irrupción periódica de elementos nuevos que trastocan el orden anterior. Nos interesa ver aquello que da cohesión entre las etapas, lo que permanece entre los cambios.

Incluso, en una biografía marcada por los accidentes, se manifiesta, de forma subyacente, una dirección que se intenta mantener. Hay una voluntad en el fondo, que se afirma cuando las circunstancias son favorables y se sobrepone cuando las dificultades parecen amenazar el progreso. Es la intención humana la que mueve el motor de la existencia.

Pero, ¿cómo mantener un mismo objetivo a lo largo de toda una vida, cuando hay en ella tantas cosas que no dependen de nosotros? Un Propósito lejano puede mantener una dirección aproximada, incluso cuando nos vamos adaptando a nuevas circunstancias. Nuestros ensueños secundarios van cambiando. Nuestro núcleo de ensueños evoluciona cuando cambiamos de etapa vital. La experiencia y el conocimiento van modificando nuestro campo de creencias, de modo que, forzosamente, aquello que pensamos que es lo mejor hoy, será sustituido por otro objetivo mañana. Como podremos ver que pasó antes, si volvemos la vista atrás.

Nuestros ensueños van cambiando y van moldeando nuestro hacer, a medida que sugieren nuevas motivaciones. Un buen trabajo de autoconocimiento nos facilita la comprensión de estos resortes que nos impulsan. Es por la reflexión honesta que podemos atisbar los sutiles cambios y que podemos ir afinando en la formulación de nuestros deseos, para que la trayectoria final siga su curso ascendente. Por ello, también el Propósito evoluciona, pudiendo nosotros ir reelaborando las imágenes trazadoras que dirigen nuestra vida, de modo cada vez más consciente.

Cuanto más claro esté nuestro Propósito, más coherente podrá ser nuestra vida y más flexibles seremos para seguir camino, inmunes a los desvíos. Aceptando cada rodeo necesario, mientras la imagen de destino final esté firme. Es la forma consciente de tomar nuestro destino en nuestras propias manos.

Nuestro recorrido personal es un proceso. Y cuanto más claramente comprendamos la importancia del trayecto por encima de las anécdotas, mejor será nuestra capacidad de mantenernos fieles a nuestra propia identidad profunda.

Se dice que “una flor no hace verano”. Sin embargo, ese florecimiento algo significa. En cuanto a las experiencias aisladas, algunas de ellas pueden tener gran valor. Pueden ser indicadores de cambios de expectativa, de necesidades no atendidas o de integración de contenidos. Incluso marcan hitos decisivos cuando nos abren nuevos campos de posibilidad para nuevas etapas. Si vemos nuestra trayectoria como una espiral ascendente, podemos encontrar que algunas experiencias tienen sabor a repetición, pero en una escala más alta.

Pero es en el día a día, mediante la incorporación de los hábitos, que se construye nuestro proceso. Y los intentos, con sus correspondientes aciertos y errores, construyen la base de datos de nuestra experiencia. Logros y fracasos son puntos relevantes en nuestra memoria. A medida que mejora nuestra perspectiva, también la valoración sobre ellos es modificada. Por ello es fundamental la correcta integración de nuestros recuerdos para seguir avanzando, disponer de más energía psíquica libre y tener mejores proyecciones a futuro.

A medida que nuestra vida ha evolucionado y hemos ido aprendiendo cosas, nuestra capacidad de relacionarlas crece y, por lo tanto, también nuestra posibilidad de experimentación. Además, cada nuevo hito nos deja la correspondiente grabación en memoria, que se convierte en una referencia para los pasos siguientes. Así, cada vez nos sentimos más fuertes para acometer nuevos desafíos, porque los anteriores nos dan fuerza. Y la perspectiva sobre el recorrido anterior va desarrollando una nueva “inteligencia procesal”.

Las comprensiones que derivan de la Conciencia Inspirada hacen que podamos ver más nítidamente los engranajes de las situaciones que se suceden. Es como una suerte de “nutrición extra” que produce un aumento de las conexiones conceptuales. Así, el repetido contacto con lo Sagrado ensancha nuestra visión y nos facilita el desarrollo de una nueva mirada, más amplia y más integradora, de los procesos de la Vida y del nuestro en particular.

Notas

  1. Luis A. Ammann, 1980. Operativa, lecciones 26 y 27, Autoliberación, Editorial El León Alado.
  2. Estado y técnica de búsqueda, de inspiración mística, que encontramos en las formas más antiguas de la magia y la religión. (Glosario de La Experiencia Trascendental, VV.AA.)
  3. Imagen trazadora que da dirección al proceso de Ascesis sin ocupar el foco atencional. (Ídem nota anterior).
  4. Silo (2006), Psicología III, en Apuntes de Psicología, Editorial El León Alado.
  5. Silo (2006), Psicología IV, en Apuntes de Psicología, Editorial El León Alado.